viernes, 3 de julio de 2009

Alberto Arias

Alberto a. Arias

(Argentina, 1954.)

Poeta y editor.

Entre 1972 y 1977 participó en grupos culturales. En julio-agosto de 1979 edita (con el pseudónimo Alberto Valdivia) el primer número de la revista Poddema. En ese año se forma el Grupo surrealista Signo Ascendente, que publica la revista del mismo nombre y que es uno de los primeros grupos culturales de militancia antidictatorial y de lucha por la aparición con vida de los desaparecidos en la década del ’80. En 1978 comienza el trabajo de recopilación y ordenamiento de los materiales (poemas, dibujos, etc.) del poeta Jacobo Fijman.



Los Sentidos del Viento


El día en que tiranos y secuaces
pesaron muerte y destrucción sobre la tierra,
el viento sin dueño se empapó en el desierto
e hizo esfuerzos humanos con sus voces de aire.
Pero hambre y miseria vendan con su arena
los vértices de fuego de los hombres,
que ya no deletrean las vocales del viento
incrustadas en los muros de las ciudades.

El día en que tiranos y secuaces
chasquearon los dedos de la tormenta
sobre las cabezas del prójimo,
los seres dejaron de ser semejantes.
Entonces el viento rasgó cielos trepidantes
por ahogar entre lodos su amargura nueva.
Mas no dejó su tempestad avisos de muerte:
el viento termina donde las puertas se cierran.

El día en que tiranos y secuaces
señalaron la cabeza y la cuchilla
y sus perros adiestrados compitieron
codiciando el fruto rojo en la canasta,
el viento soltó del pleno de su nada
aguas del color de su corazón,
que es el corazón enloquecido
del testigo cegado por el crimen.

Y el día en que fue la tierra entera
convertida en arca de rapaces,
los cuerpos humanos en bolsas de rapiña,
otro sismo sacudió la cáscara del mundo:
el viento, señor y esclavo de su orgullo,
azotó con furias la irrisoria calavera
y rodó y rodó con sentidos volátiles
por los cinco desiertos del hombre.

Y yo afirmo, contra toda razón o sinrazón,
que desde entonces el viento se hunde en el mar
y penetra alevosamente en la montaña
porque busca sus cinco sentidos perdidos.




Y me gusta decir...

... Y me gusta decir que la poesía no acepta fronteras;

que donde las encuentra las derriba;

y que allí donde los idiomas hacen de tenaza

ella se alza como una nube poderosa de materia incandescente, inapresable;

y cuando la estupidez se ha puesto la corona

y flamea en el corazón de una enseña-patria bañada en sangre humana,

ella hace fluir una savia imaginaria más allá de los confines del sinfín;

y cuando las guerras barren continentes

y sus miles de millones de exeres colisionan,

ella lanza vómitos de fuego madrigal a su paso y arremolina océanos ardientes

para señalar con odio los pendones de dolor y desolación y muerte;

y cuando las patrias fabrican poetas nacionales

ella abandona las letras y todo se enmudece alrededor

en huecas salvas de Moral, Progreso, Fe y Nación;

y cuando es elogiada en palacios de endolar o en lujosos killing-rooms,

ella visita aldeas y villorios y bosques y espesuras y sabanas...

Y me gusta decir que hay días

en que ella asalta la ciudadela cordial con su violín de trompo

y en el fondín «La-Boca-de-Sombra»

toca los no recordados sueños;

y que me gusta sentirme hermano y compañero de aquellos —

estén donde estaren — "serúmanos" sinnúmeros,

apátridas, ateos, amorales,

luces libres en l’inmensidad sin límites...




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